Emociones
Las emociones son el motor de nuestra vida. Hay quien dice que estar vivo, es sentir. Pero en el momento en el que vivimos, no todas las emociones están igual de aceptadas y sin quererlo (o queriendo) no siempre les damos el espacio que necesitan. TODAS las emociones tienen una función; si no las escuchamos y aprendemos a gestionar de manera lo más efectiva posible, nos acaban saliendo de manera descontrolada o indirecta a través del cuerpo.
Ansiedad y estrés
La ansiedad es una de las emociones más temidas, pero como el resto, tiene su función. Es una señal de alarma de que algo no está bien en uno mismo. Cuando la preocupación o miedo no nos llevan a actuar: entes o bloqueamos (por diferentes motivos), aparece la ansiedad. Es como una sirena que nos avisa: pide parar, revisar y mirar un momento dentro de uno mismo.
A menudo la identificamos a través de sensaciones en nuestro cuerpo (taquicardia, presión en el pecho, dificultad para dormir, dolores de cabeza.) Si no hacemos caso pueden acabar en dolencias físicas más graves (cervicales cargadas, insomnio, problemas gastrointestinales, alteración del apetito, etc.). La ansiedad y el estrés pueden presentarse de maneras muy diferentes y tendemos a resolverlas de manera superficial y no yendo a la raíz de lo que las origina.
Los trastornos de ansiedad más comunes son los ataques de pánico o crisis de angustia, la agorafobia, el trastorno obsesivo-compulsivo, fobias específicas (miedo a volar, a algunos insectos, aversión a determinadas sustancias, etc) o la fobia social.
Depresión
La depresión puede aparecer cuando una persona ha sido “demasiado fuerte” durante demasiado tiempo. No es estar un tiempo triste o desmotivado, es mucho más. Cuando alguien no se permite “romper” o desmontarse con motivos (cuando negamos nuestras emociones), puede tener algún episodio depresivo.
Forma parte de los trastornos del estado de ánimo y se basa en tener una sensación de incapacidad, alteración del sueño, dificultad de concentración, cansancio desmedido, gran sensación de abatimiento, etc. Como en la ansiedad (que muchas veces van juntas), tendemos a resolver de manera rápida y no definitiva. La medicación puede ser una ayuda, pero por sí sola no es una solución.
Hay diferentes trastornos de ansiedad que se diferencian por la duración e intensidad de la sintomatología que aparece. Algunos trastornos de la ansiedad de ánimo son el trastorno depresivo, la distimia, la ciclotimia o el trastorno bipolar.
Trastornos de la Conducta Alimentaria
Estos trastornos se caracterizan por utilizar la comida como herramienta para afrontar la vida a través de la comida (o del no comer) gestionan sus emociones. Las personas que los padecen tienen una gran preocupación por su cuerpo y la comida, lo que condiciona su día a día. esto les puede acabar llevando problemas emocionales y socio-familiares, son personas que no tienen una relación sana con la comida (tanto por defecto o por exceso).
Hay diferentes tipos de trastornos, los más frecuentes son la anorexia (preocupación extrema por el cuerpo y restricción de la comida), la bulimia nerviosa (períodos de atracones con conductas compensatorias como el ejercicio físico desmesurado, los laxantes o el vómito) o el trastorno de atracón (atracones recurrentes de una determinada periodicidad y una relación de control-descontrol con el comer.
Adicciones
Las personas que acaban desarrollando una adicción a alguna sustancia, lo utilizan como estrategia de afrontamiento de la vida. Antes no se llega a la adicción se pasa por un abuso de la sustancia que si no se resuelve puede terminar en dependencia.
Viviendo en una sociedad de la satisfacción inmediata y búsqueda continua de la felicidad, y a veces utilizamos sustancias para afrontar o tapar nuestro malestar. Buscando una falsa euforia o anestesia, entramos en un patrón de funcionamiento donde el consumo esporádico se convierte en habitual. La dificultad de reconocerlo nos puede llevar a minimizar un abuso de la sustancia. Este abuso continuado puede convertirse en adicción (donde la persona utiliza la sustancia para “sentirse bien”) y desencadenar en dependencia (donde se utiliza la sustancia para “no sentirse mal”).
Podemos tener adicción al tabaco, al alcohol, cannabis, cocaína ... pero también a las compras, internet, al juego o al móvil.
Traumas
En psicoterapia cada vez se habla más de traumas: heridas emocionales que han quedado grabadas en nuestro interior. Todos sabemos que una herida mal curada puede infectar y hay que dedicar cierta atención. Con las heridas emocionales pasa lo mismo: si no las curamos pueden quedar congeladas en nuestro cerebro y vivimos con ellas sin saberlo. Vivir con una (o más) heridas no resueltas, en psicología, se conoce como trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Como nivel físico, hay diferente tipo de heridas en función de la intensidad y duración. Los hay que son inevitables en la vida cotidiana, que pueden generar desajustes a nivel de autoestima o confianza, pero raramente generan trastornos psicológicos. Otros, en cambio, son más profundas: situaciones donde una persona se ve expuesta a una situación de amenaza personal, donde hay una amenaza real o potencial de muerte o de su integridad física o psíquica. La máxima expresión de estos traumas más profundos sería el abuso sexual.